miércoles, 27 de mayo de 2009

camposanto



Desde que era niña siempre sentí una gran curiosidad por la muerte, quería aprender a "saborearla" y la ocasión perfecta para hacerlo eran los días 1 y 2 de noviembre. Pensaba que la muerte sabía a alfeñique, olía a pan y se vestía elegantemente de color morado, naranja, negro, blanco, con un enorme sombrero que si apenas podía llevarlo sobre de ella.



Posteriormente conforme fui creciendo, esas ideas de los sabores y los colores quedaron un poco atrás y me di cuenta que simplemente eran resultado de la tradición del mexicano. Aún así me encantaba y me sigue encantando la alegría con que decoramos a la muerte, a "la calaca".

El tema de la muerte y las cosas paranormales son algo que verdaderamente me llama mucho la atención, para mi la muerte no es un fin, sino una transición; o al menos eso me conviene pensar.

Desde la muerte de mi abuela en 2005, una de las personas más influyentes en mi, he visitado el camposanto con más frecuencia que nunca. He tomado como entreteniemiento (y sí lo sé que es bastante extraño) pasearme por las tumbas y contemplar las que son antiguas. Me pongo a pensar, sentada sobre ellas, si es que aún existen familiares de esa persona enterrada allí, quiénes fueron, cómo es que murieron, por dónde vivían y cosas por el estilo.

"Me detengo por un momento y contemplo una tumba, reviso el nombre y la fecha de muerte, me doy cuenta que pertenece a una niña que murió de apenas tres años, en el año de 1929. ¿Quién hubiera sido esa niña al convertise en mujer?, ¿por qué murió?, tiene nombre: Blanca Estela López.

López hay muchos aqui, me pregunto si algunos de los que viven hubiera podido ser su tataranieto.... mmmm, basta de divagues, está oscureciendo, mejor me voy a casa. Tengo de consuelo que al menos una historia de todos los presentes aqui la sé".



La muerte forma parte de mi, de todos, algún día todos atravesaremos por lo mismo, no de la misma forma, pero si con la misma finalidad, encontrarnos con lo que creemos (sea un Dios o no), lo cierto es que de "la calaca" no hay quien se pueda esconder, y si no fuera mucho pedir, estaría genial para los curiosos como yo dejar memorias escritas, para saber quién está detrás del nombre grabado en el mármol o el granito, según el presupuesto je!

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